miércoles, 22 de diciembre de 2010

Campo de trigo con cuervos, de Vincent Van Gogh

Una de las obras más emblemáticas de Vincent Van Gogh, la pintura “Campo de trigo con cuervos” se expone en el Vincent Van Gogh Museum de Amsterdam. Posiblemente sea la más dramática de este autor formidable, el cual poco después se quitaría la vida en las cercanías de este mismo campo retratado. Agobiado por la neurosis Van Gogh trabajaba desesperadamente, tratando de aliviar su tensión interior al pintar. Sin embargo, la creación, lejos de calmarle, lo exasperaba aún más. Tanto el paisaje como la naturaleza, se exhiben en esta obra totalmente deformados, furiosos y rebosantes de augurios funestos: justo como los cuervos, revoloteando en el horizonte de sombras, heraldos de un sombrío porvenir.

"Campo de trigo con cuervos" de Vincent Van Gogh / Imagen: juannicho.wordpress.com

Pocas pinceladas le bastaron a Van Gogh para lograr una elaboración rotunda y trepidante. Para ello, el autor no mezcló los colores, sino que voluntariamente dejó constancia de cada pincelada con obsesiva meticulosidad. El amarillo vibrante del trigo contrasta sus eléctricos tonos con el azul tenebroso del cielo. Tal pareciera que en esta obra los colores entablaran un épico combate, para definir la expresividad total de la composición.

Los trazos violentos, la falta de armonía y de las delicadezas visuales de los pintores impresionistas, en ese entonces tan en boga, hacen patente que Van Gogh pintó esta obra, casi seguramente, de memoria, es decir, sin un dibujo previo. El paisaje que Van Gogh asimiló con su vista fue reinterpretado por su agitado interior y expresado a través del tamiz de su atormentada sensibilidad.


Las pinceladas en los bordes parecen verdaderas cuchilladas en la tela. Tal detalle evidencia una voluntad de certidumbre del autor con su propia visión. Van Gogh retó literalmente a la realidad, en una contienda ingente que lo llevó al delirio y la muerte.


Van Gogh nunca trató de disimular las limitaciones técnicas. Por ejemplo, de acuerdo a criterios rigurosos, esta obra expone graves fallas. Una muestra de ello es la brusca perspectiva que exhibe el camino entre los trigales. Sin embargo, esto, lejos de demeritar al autor, lo ennoblece, puesto que pondera más su sentimiento expresivo que las más elementales reglas de la representación en la pintura.


En comparación con otras pinturas de campos de trigo realizadas por Van Gogh, la que comentamos no ofrece una perspectiva solar de tales paisajes. Lo que priva en este es el aleteo siniestro de los cuervos, las pinceladas furibundas y los tonos oscuros. En el firmamento se acumulan extraños remolinos, cifras de otredad siempre presentes en las pinturas de este autor visionario.


Las pinceladas de Van Gogh en esta obra pueden contarse una por una. Así de superpuestas y separadas las ejecutó el genio holandés. Como si fuesen el rastro que dejó el autor en el viaje sin retorno hacia su propia creación.


Los cuervos sobre el campo de trigo han sido representados por Van Gogh con escasos y enérgicos trazos de color negro. Conforme se alejan estas figuras, en el horizonte de la obra, parecen mezclarse con las sombras infinitas del firmamento. De esta manera se transforman en símbolos tenebrosos de un destino del que nadie puede escapar.


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