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miércoles, 16 de junio de 2010

El enigma de Hanging Rock: delirio y realidad

Casi toda nuestra vida está orientada hacia una perspectiva práctica y razonada. Sin embargo existen ciertos lapsos, como los sueños o el enamoramiento, en donde se hace patente un gran influjo de lo irracional. Los misterios son parte de una extraña forma de conocimiento, que nos revela mucho sobre los secretos de la humana naturaleza. Ese es el caso de lo sucedido en Hanging Rock.




El día de san Valentín, 14 de febrero, de 1900 en el estado australiano de Victoria, un grupo de colegialas fue de día de campo a un agreste paraje, en las faldas del Monte Diógenes. Hoy día a este atemorizante lugar se le conoce como Hanging Rock, debido a las extrañas formaciones pétreas que se encuentran en la cima de esta accidentada elevación. Cuatro de ellas decidieron ascender a la punta del peñasco para investigar. Una de ellas desistió a medio camino. Una maestra que las acompañaba decidió integrarse al grupo de exploradoras. Tres de estas personas desaparecieron por completo.



Sin rastro alguno

Se organizaron diversas expediciones de rescate para encontrar a las adolescentes, pero fue infructuoso. Cuando ya no se tenían esperanzas, inexplicablemente apareció una de las jóvenes, con golpes leves, una conmoción nerviosa y amnesia. No había señales de algún tipo de abuso en ella. Nunca pudo recordar qué les había sucedido. Un joven aristócrata inglés que acompañaba a las estudiantes y a las profesoras- pero que no ascendió a la cima con las extraviadas- es el sospechoso principal de la desaparición, pero nunca se pudo probar nada en su contra. La gente del lugar, atemorizada e indignada, hizo presión: el colegio femenil donde estudiaban las jóvenes fue clausurado. Algunos meses después la directora de la escuela quiso subir Hanging Rock por su cuenta. Su cadáver fue hallado, al poco tiempo, al pie de un abismo.



Cifras del misterio

Este suceso, entreverado entre la leyenda y la realidad, dio motivo a una popular novela escrita por Joan Lindsay en 1967 y a una extraordinaria cinta dirigida por Peter Weir en 1975. Se han propuesto un gran número de explicaciones para aclarar este misterio. Se dice que las jóvenes fueron raptadas por habitantes del lugar; que cayeron en un abismo entre las grietas enormes que allí se encuentran; que fueron abducidas por extraterrestres o que cruzaron accidentalmente a otra dimensión.



Aquí lo que proponemos no es tanto la solución a este enigma, sino una clave de lectura para comprender lo que significa para la conciencia. Para ello basta con relacionar lo sucedido en Hanging Rock con el arte del pintor francés Balthus. Este creativo se caracterizaba por exhibir inquietantes imágenes de jóvenes en escenas cargadas de un gran simbolismo, a medio camino entre el absurdo, el erotismo y la inocencia. Una muestra de ello es la pintura “La Montaña” que presenta a un grupo de jóvenes en excursión que evocan mucho a la anécdota de Hanging Rock.

Balthus logra crear una atmosfera de irrealidad con pequeñas cifras, referencias al delirio, a un erotismo perturbador y misterioso que nunca se resuelve en nada, pero que abre todas las posibilidades para ser comprendido. Lo importante en esta obra es la atmósfera, que, por medio de un código insólito, trata de expresar un mensaje que la razón no puede descifrar, pero que estimula a la intuición y la imaginación.



El secreto lenguaje de las cosas

Ciertas circunstancias del misterio de Hanging Rock son bastante sugestivas: los relojes de varios de los integrantes de la excursión se detuvieron simultáneamente; la joven que no prosiguió el ascenso a la cima con sus compañeras refiere haberlas visto subir descalzas por entre las rocas y además, a la maestra que intento alcanzarlas, ir prácticamente semidesnuda; una de las jóvenes desaparecidas, de nombre Miranda, es evocada como una persona muy extraña de la que nadie sabía nada. Weir en su cinta, la retrata como un ser etéreo y silencioso como si fuera de otro mundo.



Lo sucedido en Hanging Rock, algo horrible y al mismo tiempo- sensualmente- perturbador (como las pinturas de Balthus), nos señala- independientemente de su veracidad- que no existen cosas sobrenaturales que alteren la realidad, sino que la naturaleza por sí misma es misteriosa y abierta: todo puede ocurrir en ella, teniendo todo el tiempo y el espacio para sí. El lenguaje de la naturaleza no se descifra, se asume e interpreta sin final.

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